Hoy es el día en el que haciendo autocrítica te das cuenta de la grandeza de esas personas que no necesitan aplastar a nadie para brillar. Porque su luz es tan fuerte, que aunque las persianas estén bajadas, sigue colándose por cualquier rendija. Pese a los momentos de vuelo alto y en los que creemos caer en picado, sus debilidades y envidias, no se vienen abajo nunca y cuando lo hacen siempre tienen ese colchón humano que sin darse cuenta han ido rellenando día a día con su forma de ser.
Son esos que no necesitan llamar la atención constantemente, los que lucen con gala sus complejos y se ríen de sí mismos con una inocencia admirable. Son los que les gusta ser el número dos. Como una vez me dijo una profesora todo el mundo sabe que están capacitados para tomar las riendas en el momento que todo va mal. Que saben escuchar, llorar, cuándo decir las cosas, y siempre que se equivocan, rectificar.
Y es que, yo creo en un carpe diem coherente, en la
gente que se esfuerza cada día en hacer bien su trabajo, en los que emprenden e
innovan constantemente para hacer las cosas más sencillas, aquellos que ponen
toda su dedicación e ilusión en los proyectos aunque para ello se tengan que
tropezar cientos de veces, en la colaboración desinteresada, el compañerismo,
las sonrisas, la belleza, el amor, la sinceridad y en que 2+2 no tienen por qué ser 4, porque felicidad no es sinónimo de placer, ni la tristeza del
sufrimiento.
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