De verdad en absoluto me lo
esperaba, había pasado tanto que no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Con
el tiempo las cosas cambian, pero es reconfortante saber que tenemos el mapa
del tesoro y simplemente empezar a dar pasos. Porque venga lo que venga si
disfrutas con lo que haces y pones todo tu empeño, poco a poco las cosas van
saliendo. No por cuestión de fortuna, sino como recompensa al esfuerzo, percentil
a percentil, por mero ajuste de probabilidades.
Así fue, nada más salir del
ascensor. Ahí estaba. Conversamos, fue maravilloso, creía sinceramente que
nunca llegaría el momento, fue tan grato como el sol de media mañana
acariciándote mientras reposas en la arena de la playa.
Puede parecer absurdo pero cada
vez estoy más convencido de que las cosas tienen un sentido. Al igual que mi
escritorio no se trata de entropía, sino de caos ordenado. Pasajeros de un
viaje en el que no hay que preocuparse por un devenir de cuentos de lecheras sin
seguro para cubos rotos, ni por la ansiedad de sueños quebrados. Es una
propuesta mucho más sencilla, ser agricultores del día a día porque el futuro tan
sólo viene después.