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Mientras que el paciente con su bata abierta en la espalda quedaba atrás en un segundo plano, la audiencia disfrutaba con la encarnecida lucha de egos que se libraba entre los bastidores.
A nadie le importaba lo que éste tuviera que decir, se había asumido como normal que la buena praxis era hacer estudios y rellenar bases de datos antes que ofrecer una atención de calidad.
Una vez más sentí la mirada del cinismo por encima del hombro, hecho que me trasladó como en anteriores ocasiones a rescatar los recuerdos de aquellas personas que implicándose en la excelencia de su trabajo consiguieron hacer de la enseñanza libertad, del aprendizaje ilusión y de las palabras valores.
Regresando al presente me pareció que lo más sensato era preguntarse si nos estábamos volviendo locos, pero como dice Gabriel García Márquez sin dejar nunca de sonreír porque nunca sabes quién se va a enamorar de tu sonrisa.
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