Lo peor que puedes hacer a una persona es no reconocer su trabajo, minusvalorar su empeño y sus capacidades, hasta hacerla caer en la desidia. Pese a que tenemos lo que nos merecemos, encima tenemos el coraje de quejarnos porque los demás hacen las cosas mejor que nosotros. Es la dictadura en la granja, la historia que se repite, el ser humano. No obstante, siempre hay un resquicio para confiar en el cambio, en el plan, en la ruta, en el ideal, porque no nos pueden quitar la ilusión. Así que ahora más que nunca hay que implicarse con amor, confiar y saltar.
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