Presa por las bridas de sus miedos, de vez en cuando se dejaba llevar por la espiral de acontecimientos que le llevaron a cuestionarse incluso si existía la propia justicia.
Su mente trabajaba a toda velocidad quedando patente cómo de largas pueden ser las noches cuando uno las alterna entre el frío y calor. Asustada controlaba la respiración como la habían explicado, pero millones de reacciones distorsionaban la realidad en un mundo de autoexigencia, ansiedad y miedos.
Era tan pura que el miedo de perder a los demás se reflejaba en perderse a sí misma. No obstante, el amor vino para cambiar palacios por pesebres, así que pacificada por la grandeza de lo que no se puede comprender se dio media vuelta y continuó durmiendo.
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