domingo, 18 de marzo de 2018

Hoy por hoy

Iluminados por el fuego de la sala de máquinas. Perdidos en la cadena de producción de un mundo infectado por la queja. Pendientes más de un like que de una sonrisa, de un whatsapp más que de un susurro, de un selfie más que de un paisaje o de un tweet más que de un abrazo.

Se oían voces diciendo que estábamos a tiempo de abandonar, entre los recortes de humanidad que se sucedían para cubrir estúpidas obligaciones.

¿Hacíamos lo que de verdad habíamos querido? ¿Éramos libres?

El  problema de estar muerto es que la gente no te escucha, sobre todo, si las grandes preguntas se contestan con pequeñas respuestas, y los grandes misterios se resuelven con simples acciones.

Puede que nuestro grado de complejidad nos impida ver las soluciones, pero esa huida hacia delante estaba a punto de terminar...

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