5.30 de la mañana dirección a la
capital gallega. Por motivos de tiempo lo que normalmente se hace en 2 jornadas tuvimos que ajustarlo a una. Por esta razón nuestro final del camino eran
40 km. Una etapa muy psicológica sobre todo cuando en el desayuno nos quedaban los
mismos km que al empezar las anteriores etapas.
Subíamos con amenaza de lluvia el Monte do Gozo. Donde se encuentra el albergue en el que se hospedó Juan Pablo II (JMJ de
Santiago de Compostela 1992). Si el día está despejado a 4 km se puede divisar Santiago. Aunque precisamente el jarro de agua fría no vino del cielo, sino de cuando nos percatamos que en la parte final del camino los mojones
no marcaban correctamente la distancia por desviarse el camino en la construcción del
aeropuerto.
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Catedral de Santiago de Compostela (Obradoiro) |
Ni aun pareciendo uno de los
integrantes de la Comunidad del anillo el mismísimo John Wayne por irritación del pantalón en los
muslos.
Poco a poco nos fuimos adentrando en Santiago
hasta detenernos frente a los arcos de la Azabachería. Cogimos aire y entre
gritos de júbilo salimos corriendo para tirarnos en la plaza del Obradoiro ante
la grandiosidad de la catedral.
Enseñamos la acreditación en la
oficina del peregrino y con la Compostela en la mano aprovechamos para sacar
los billetes de vuelta del día siguiente.
Para hacer tiempo visitamos siempre rodeados de pasacalles el parque de la Alameda, el Seminario Menor, pasando por el
famoso mercado de Santiago. Para terminar comiendo pote gallego y tarta de Santiago con las correspondientes catas de albariño y orujos.
A última hora acudimos a la misa del
peregrino en la catedral con la suerte de ver el botafumeiro en acción. Fue gracioso
escuchar el asombro de un grupo de argentinos diciendo: “Ché, están locos” y a otro de
japoneses maravillados exclamando: “oohh, oh, oh”. Al terminar abrazamos al Santo y despedimos remojándonos con estrella
Galicia entre tapas de pulpiño, pimientos del padrón y queso de tetilla.
Al día siguiente en el Alvia, destino a casa, las
aventuras pasadas iban retornando como pequeños fotogramas a mi cabeza, que no
dejaba de pensar en las aventuras que nos deparará el futuro porque ahora es cuando
realmente me toca continuar mi propio camino.