Quería hablar, pero no sólo para contar cosas. Quería que la
gente se sorprendiera con mis pensamientos, sin embargo, cada vez me contentaba
más viendo el folio en blanco. Soy de la idea de que si no puedes mejorar el
silencio mejor quedarte callado. Sobre todo si se trata de verborreas vacías.
Me preocupaba caer en un consomé de palabras desligadas de su significado, porque ya tenemos suficiente con formar parte de un mundo con exceso de
información, donde todo vale y nada es criticable. Por eso precisamente quiero desear este año que no sigáis los protocolos, y permitáis que la
inmensidad del universo resquebraje las zonas de confort. Alzándoos postores de
casos perdidos y coleccionistas de los arcones de verdad escondidos bajo los pies
de Ate.
FELIZ 2017.
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