Una vez a la misma altura se giró
para darme un sonoro beso en la mejilla, y mirando de nuevo el ocaso, me dijo:
El perfecto final que da paso a la esperanza de la noche.
Esperanza de que salga el sol de
nuevo, me respondió devolviéndome la pregunta con una tímida sonrisa: Porque,
¿Saldrá mañana verdad?
Supongo… Contesté elevando los
hombros y haciendo una mueca.
Más le vale, dijo angustiada. Lo que realmente me sorprende es que pasamos casi la mitad de nuestra existencia en la noche, y aunque soñamos para desprendernos de tanta oscuridad muchas veces nos encargamos de llenar la
otra mitad de sombras.