Corría escapando de sí, absorto, golpeando la cesta con todos los huevos. Olvidando con sus juicios nuevamente las cosas fundamentales, esas que sólo se ven cuando coges perspectiva, te implicas en ellas con amor y sientes su llamada. Por eso cada día más enfadado se dedicaba a abrir ventanas vacías, culpando a los demás del reflejo de sus miserias, hasta que un oasis de maná le recordó de dónde y con quienes había pasado las más inhóspitas aventuras, esas que le dieron nombre, hicieron camino y que harán algún día del mapa verdad, de la verdad ascensión y de la ascensión el viento que llena día a día, bocanada a bocanada el mundo de vida.