Había sido un día largo y difícil, tan sólo la sombra de algún animal entre los coches le mantenía con vida. Era la primera vez que me afectaba tanto.
Una vez más protegidos por la debilidad jugamos a ser arquitectos de luces. Hasta que el batir de alas nos trasladó a la habitación de los espejos, en la que el aire es denso y el calor no es más que un intercambio de energía.
-¿La última puerta?
Esa que pese a la aldabada permanece cerrada.
Oculta por las gafas de sol me dedicó media sonrisa y sabedores de nuestras limitaciones vibramos como las cuerdas de una guitarra.
Esa que pese a la aldabada permanece cerrada.
Oculta por las gafas de sol me dedicó media sonrisa y sabedores de nuestras limitaciones vibramos como las cuerdas de una guitarra.