El apeadero estaba en silencio. Vías de odio atormentaban sus complejos.
Asqueado de asquearse. Decía que le faltaba tiempo para contemplar las estrellas, que tenía plomo en los pies.
Doblegado por su propio peso en un mar de desdichada melancolía se convencía de que no iba a ser capaz de salir. Bloqueado por un futuro cada vez más oscurecido por los giros del reloj.
Llegaba el momento de enfrentarse a lo que tantas veces había evitado. Vació los bolsillos de las cosas no dichas, y guardó sus pedazos de sueños rotos. Se acabaron las segundas oportunidades. No más arneses ni redes. Todo o nada. Juegan blancas. Órdago a chica. Abre los ojos.
Asqueado de asquearse. Decía que le faltaba tiempo para contemplar las estrellas, que tenía plomo en los pies.
Doblegado por su propio peso en un mar de desdichada melancolía se convencía de que no iba a ser capaz de salir. Bloqueado por un futuro cada vez más oscurecido por los giros del reloj.
Llegaba el momento de enfrentarse a lo que tantas veces había evitado. Vació los bolsillos de las cosas no dichas, y guardó sus pedazos de sueños rotos. Se acabaron las segundas oportunidades. No más arneses ni redes. Todo o nada. Juegan blancas. Órdago a chica. Abre los ojos.