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Me senté a rescatar la antimateria de mi propio infinito, entre los agujeros negros deglutores de morfologías no consolidadas y poco a poco mutaciones de todos los tipos empezaron a formar una amalgama de fracasos.
Piezas de un mecano que en las que nadie se fijó en su momento, Frankenstein de lo que
pudo ser y no fue. Sus primeros latidos bombeaban la necesidad de decir aquí
estoy, después de tanto tiempo el cambio corpúsculo-onda estaba en camino.
Un sinsentido que por absurdo que sea nació, y hoy todos aquellos que lo
negaron reconocen el error de diagnóstico. La vida misma, energía que no puede
cuantificarse en amperios, la combinación correcta que permite el acceso al
siguiente nivel.
Inspiración de ideas no nacidas, esas que no son lo que esperamos, abandonos
por prejuicios, miedos a hacer el ridículo.